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Sobre el superyó, sus fases y desarrollo; hacia un súper-yo para la civilización (página 2)




Enviado por Fernando Romero



Partes: 1, 2

Integrando lo psicoanalítico con la óptica
cognitivo-pernerniana, resulta que hacia el final de la
"posición depresiva" el bebé puede, en efecto,
encontrar en sí mismo suficientes "recursos intelectuales"
como para desarrollar "representaciones de modelos
múltiples" (Perner, 1988) que le permiten evocar
representaciones en for-ma de recuerdos del pasado para
contras-tar con situaciones presentes y poder ha-cer sencillas
inferencias del futuro, por-que cuando se acerca hacia el final
de la posición esquizoparanoide, es decir, entre el
tercero y cuarto mes, él mismo ha crea-do los recursos a
partir de condiciona-mientos, dados los matices de la capaci-dad
intelectual característicamente huma-na. Según
Perner, es hasta el final del pri-mer año cuando el
bebé puede emplear las "representaciones de modelos
múlti-ples", antes viene empleando "representa-ciones de
modelo único" que garantizan las respuestas condicionadas.
Me parece que es antes, acaso podrá ser más o
me-nos consciente de sus "intenciones", sí hacia el final
del primer año de vida y cada vez más, durante el
transcurso de to-do el segundo año. Pero, por ejemplo,
pa-sado el tercer mes, ya cerca del cuarto, cuando tiene hambre y
no ha sido atendi-do, llora o grita para atraer la
atención y en cuanto lo consigue, emite gesticula-ciones
"como si" estuviera succionando. Si se me permite interpretarlo,
significa un mensaje totalmente propositivo: "Ten-go hambre",
¿"ya me les olvidé"? Acaso lo que todavía no
puede hacer, es discri-minar lo que es erróneo de lo que
es cierto, lo que existe de lo que no y lo que es fantasía
de lo que es realidad (prueba de realidad) En efecto, como
observa Per-ner, el niñito, hacia el final del primer
año y principio del segundo, es capaz de hacer
traspolaciones: usando como "modelo" una conducta exitosa, de
esas a las que les otorgamos el estatus de "aprendizaje". Por
otro lado, muchos niños alrededor de su primer aniversario
tienen que enfrentar la experiencia de la llegada de un
herma-nito. Ciertamente no es una experiencia fácil.
Primero tienden a agredirlo de ma-nera franca, abierta y
espontánea. Pero como esas reacciones les son
sistemática-mente castigadas, pronto "aprenden" a
di-simularlas y para ello "piensan" y "pla-nean". Es decir, se
ven urgidos de empe-zar a emplear "modelos mentales". Un ejemplo
precursor más elemental y, evi-dentemente, más
temprano es el de apli-car el esquema oral a todo lo que llama su
atención y pueden manipular. Primero se llevaban a la boca
todo lo que agarraban, ya sea que lo hubieran visto o hubiera
"caído" en sus manos. En ambos casos, no obstante, se
mueven empleando dos o más "modelos" de
investigación y "prue-ba". O sea, ya no es un "modelo" con
lo que incursionan en el medio y la realidad, sino dos o
más; tantos, como órganos de los sentidos se vean
involucrados, e intenciones se persigan con la
averiguación.

En el principio cuando el neonato des-pierta porque
tiene hambre, él no sabe lo que le pasa. Simplemente el
desequilibrio fisiológico lo despierta porque es
displas-centero. La madre "lee" las señales, des-cifra,
interpreta y responde: le da el pe- cho. Y si le damos
crédito a Klein: al filo del tercer mes, el bebé ya
hizo represen- taciones de él mismo "boca", del objeto
"pecho" y de la relación o el sentido de la misma, por la
finalidad y las consecuen- cias de esa relación
sujeto-objeto. Asimis-mo, y por eso, puede entrar a la
posición depresiva; ya captó el autoengaño
que significa la escisión y siente tristeza, an-siedad y
culpa porque el objeto es uno y sólo uno. Si Klein tiene
razón, significa, integrando con la Psicología
cognitiva, que el bebé debe empezar a emplear "mo-delos
múltiples" de representación a partir del tercero o
cuarto mes. Sólo así podría contar con
recursos intelectuales para "re-solver" la posición
"esquizoparanoide", que le demanda cierto grado de conscien-cia,
e incursionar con posibilidades de é-xito, en la
"posición depresiva".

1.3. De la tercera etapa de
organización del Superyó.

De ésta etapa tenemos ya la forma
simbólica que propusiera Sandor Ferenczi: "La moral
esfinteriana" (Ferenczi, 1925) Sig- nifica, en pocas palabras,
que el aprendi- zaje del control esfinteriano descansa sobre la
asunción por parte del niño, de que "lo bueno" es
lo que la madre espera de él (Ideal del yo) en materia de
control y edu- cación, sobre todo respecto del manejo de
sus contenidos intestinales. Fallar en el control o no respetar
los lineamientos que impone la cultura de quien la madre es
vocera, y a la cual está totalmente plegada, simplemente
es "malo", no está bien.

Después veremos que Erikson (1950-1959) detecta
que ante la falla, la consecuencia es un sentimiento de
vergüenza, promovido por la madre y sustentado por la
cultura. Y el éxito, desde la asun-ción de la
"regla" validada desde el exterior, se traduce en un sentimiento
de orgullo al servicio de una "autonomía" so-cial y
culturalmente definida.

Es muy interesante observar que el Super-yó
premia con sentimientos de orgullo el autodominio y el control.
Pero que, en e-sencia, la parte más importante del
con-trol está al servicio de un bienestar co-mún,
pues el niño debe renunciar a una cierta "autonomía
egoísta" o anárquica en aras de una
autonomía social y culturalmente
institucionalizada.

1.3.1. Tercer nivel de
organización del Superyó temprano.

El Ideal del Yo, todavía imperante en es-tos
momentos, asume ahora unos matices sádico-anales e implica
una "ley" a la que hay que plegarse incondicionalmente, la cual
sustenta sus prohibiciones con la amenaza de avergonzar o
castigar a través del sometimiento y la coerción.
Pero su principal amenaza, no obstante, aún sigue siendo
la inducción de temor de dejar de ser querido, aunque
empieza a incluir, im-plícitamente, un matiz de no ser
valorado.

La importancia de este momento del de-sarrollo, la etapa
anal, gira alrededor del modo asumido por la madre y/ o la
perso-na que se ocupe del entrenamiento esfin-teriano, porque
será el mismo que a su vez adopte el niño
posteriormente, para ejercer el rol al "educar", dirigir y
controlar, situaciones y/ o personas y ejercer la autoridad. Si
se "negociaron" con él las reglas y las normas, él
será un "negocia-dor". Pero si se las impusieron,
él será impositivo; si fue de forma sádica o
ti-ránica, él será sádico y/ o
tiránico.

En éste sentido, la dicotomía a resolver
durante la etapa del entrenamiento esfin-teriano, entreverando
los aportes de Erik-son (1950) con los de Spitz (1965), mere-ce
ser considerada también, sobre todo desde su
acepción exitosa resolutiva, co-mo un verdadero
"organizador de la per-sonalidad". Y porque sienta las bases para
la integración del Superyó freudiano. La
estructuración del Superyó instancia pro-piamente
tal, puede ser poco cohesiva y, entonces mayormente proclive a
disociar-se y ceder ante la sub-instancia del "Ideal del
Yo".

Muchos fronterizos que encuentran forma de
adaptación "como sí" fueran obsesi-vos, se
caracterizan por emplear un len-guaje típicamente
coprolálico y matizado con contenidos
agresivos-anal-sádicos, trasluciendo la
infiltración de energía ins-tintiva organizada en
esa etapa la cual in-duce gratificaciones y comportamientos
perversos, comandados por la dinámica y economía
del erotismo anal.

1.4. La cuarta etapa:
consolidación del Superyó instancia.

Desde la perspectiva cognitiva de Perner, la experiencia
que el niño va acumulando gracias al empleo de "modelos
múltiples de representación", poco a poco lo llevan
a emplear con intención y propósito, "re-
presentaciones de lo inexistente" pero de- seable como hasta la
adolescencia obser- vamos a través de la peligrosa
tendencia a ensoñar; y "representaciones erróneas"
como hasta la adultez seguimos emplean- do, incluso para planear
investigaciones científicas, bajo el rubro de
"hipótesis nu-la". Son auxiliares a nivel de
"supongámos que", evidentemente útiles, siempre que
no olvidemos que son suposiciones y que su valor es
fundamentalmente para "contrastar" con las "hipótesis
verdade-ras" o científicas. Pues bien, el niñito
al-canza alrededor de los cuatro años esa ca-pacidad de
razonamiento. Perner la bauti-za como la capacidad
"Metarrepresenta-cional".

Lo que distingue a la capacidad para ha-cer
"metarrepresentaciones" de la estructura inmediata inferior: la
de "representaciones de modelos múltiples", es pues la
"conquista" de la capacidad de dar uso útil a las
"representaciones erróneas" y a las "representaciones de
lo inexistente" al servicio del naciente razonamiento abstracto.
Es la edad en que cuando pregun-tamos a un pequeño si es
verdaderamen-te cierto algo arriesgado que nos contó, y
sonriente nos contesta: "no sólo me lo pensé". Es
decir, ha entendido y tiene claro que la mente es un sistema de
repre-sentaciones. (Perner, 1988)

Lo maravilloso de todo esto es que coin-cide con la
observación de Kohut (1971-1977) respecto de que el Edipo
no tiene por que ser necesariamente un "Comple-jo". Y, en efecto,
el Edipo es también una experiencia "organizadora", pero
la "anempatía" de los padres, entiéndase sus
propias neurosis y traumatismos, no les permite
"acompañar" respetuosa y amor-osamente a sus hijos, en el
pasaje por las diferentes experiencias que implica el desarrollo
y el crecimiento normales.

El niñito "edípico" sano, en realidad,
puede contar con una gran cantidad de recur-sos emocionales e
intelectuales en cuanto accede a la capacidad
"metarrepresentacional", como para "tener claro" entre lo que es
realidad exterior y lo que es "realidad interna". En otras
palabras, para dis-criminar entre lo que es realidad y lo que es
fantasía. Por tanto, "sabe" que en su fantasía
él puede ser, sin tener que llenar-se de culpa, el
"héroe" de su propia "película mental: el
"conquistador" de su ma-dre y el "vencedor" de su padre. Y
por-que habiendo descubierto la "mente re-presentacional"
(Perner, 1988), tiene cla-ro que ciertos guiones
representacionales no son lo real. Si queremos verlo desde la
óptica de Piaget (1964), significa que ha logrado, en lo
afectivo-relacional-objetal, captar el concepto de
"reversibilidad". Todo lo que es pensado, todo lo que se "juega"
en el ámbito de lo representacio-nal, es, en esencia,
reversible.

Otra maravilla, sin embargo esperable, tiene que ver con
Freud, y es la coinci-dencia entre el cuestionamiento que hace
Perner a Piaget en relación con la simbolización:
es ésta una capacidad que de-manda haber descubierto la
mente como "sistema representacional" y haberse fa-miliarizado
con ello, mediante el empleo útil y reiterado de dicha
capacidad: la ca-pacidad "metarrepresentacional", posibili-dad
que el uso del lenguaje brinda. En efecto, Piaget confunde,
observando a su hijita, la "imitación" con el "juego
simbó-lico" y, siendo que media entre ellos la capacidad
metarrepresentacional, no son lo mismo. Por su parte, Freud
aseveró que la primera resolución parcial del
Edipo, hacia el final del cuarto año, constituía la
prueba de la integración del Superyó instancia. Lo
maravilloso radica en el hecho de que asume una forma
simbólica para decirlo: "El Superyó es el
heredero del Complejo de Edipo
" (Freud, 1923) con lo cual
queda implícito que la capacidad simbolizadora ocurre
alrededor del cuarto año de vida del niño.
¡Como lo descubrie-ron los experimentalistas casi cien
años después!

1.5. El Superyó kohutiano: Un
sistema de internalización transmutativa de la
ley.

Básicamente lo que nos quiere transmitir Kohut
(1971-1979) con este concepto es que, una vez instaurado el
Superyó ins-tancia, nunca se completa; siempre puede y
debe seguir desarrollándose. El niñito de
más de cuatro años, de hecho, todavía
"renuncia" a ciertos placeres pregenitales y transgresores,
sólo por el miedo a las consecuencias y al castigo.
Entonces, la idea de Kohut alude a un Superyó maduro,
flexible y cohesivo: "despersonaliza-ción" de la Ley, las
reglas, normas y pro-hibiciones. Un Superyó así,
requiere la re-nuncia de todo aquello que no es social y
culturalmente conveniente, y no por mie-do a las consecuencias o
los castigos, sino porque lo justo, en sus sentidos ético
y moral, se ha convertido en una convicción, un sistema
coherente y cohesivo de valores humanos y sociales, cuya
inten-ción última implica un respeto por la vida y
el bienestar común, la paz. Que además sea
garantía de bienestar para las genera-ciones
venideras.

Kohut parece cuidarse de tocar, nunca lo hace
abiertamente, una perspectiva espiri-tual. Pero está
implícita en su propuesta. Como suele suceder con muchos
teóricos, incluso su modelo tiene mucho de visio-nario. Se
adelantó por poco a una serie de fenómenos que
evidencian, y no sólo de-nuncian, la degradación y
el resquebra-jamiento de los valores como un fenó-meno
globalizado, pero que "brota" prin-cipalmente en los
países desarrollados.

Conclusión

Aquella poética y elaborativa expresión de
André Maurois (1969) en "Un arte de vivir" de hace ya casi
medio siglo, en la cual nos decía que "Es con adolescentes
que duran muchos años con lo que la vida hace a los
viejos", ya denunciaba que, sin darnos apenas cuenta, la
negación ingenua se nos puede convertir en
enfermedad.

Una gran cantidad de personas, por los mismos
anacronismos sociales y la creciente "impersonalización" o
mercantilización de las relaciones humanas, ob-servan
detenimientos, perversión y/ o regresión en el
desarrollo de la instancia su-peryóica, al nivel
típico de estructuración adolescente, época
en que las personas, solapadas por un Yo alterado por la
ideo-logía, con relativa facilidad usan y abusan de la
escisión, lo cual provoca, como ob-serva Coderch
según su propuesta de la "represión del
Superyó total", que se "pierda la brújula" y
entonces el adulto se erige como un "modelo", narcisista
nirvánico y perversoide, que abusa del poder y endiosa los
bienes materiales, constituyéndose en un "modelo" de
identificación peligroso para los
jóvenes.

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Autor:

Fernando Romero
Aguirre[1]

 

[1] Catedrático del Departamento de
postgrados de la Universidad del Valle de México.

Partes: 1, 2
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